MUNDIAL DE CLUBES - Boca, River y el espejismo que terminó en realidad

La eliminación de Boca Juniors y River Plate en la fase de grupos del Mundial de Clubes 2025 no solo representa un revés deportivo. Es, sobre todo, un baño de realidad para el fútbol argentino, acostumbrado a alimentar ilusiones sin fundamentos sólidos. Esta vez, la épica construida por los medios y el exitismo crónico del ambiente tropezaron con algo tan sencillo como contundente: la verdad del juego.

 Durante semanas, se instaló un relato triunfalista. Se habló de jerarquía, hambre de gloria, refuerzos rutilantes. La narrativa no se apoyaba en los rendimientos reales, sino en el deseo colectivo de volver a ocupar un lugar de privilegio en la escena internacional. Boca llegaba golpeado tras un torneo local irregular, sin un patrón de juego definido. River, en plena transición, alternaba buenas intenciones con una eficacia que brillaba por su ausencia. Pero eso no importaba: se vendía el regreso al protagonismo, como si declarar aspiraciones alcanzara para convertirlas en hechos. 

Y cuando la pelota empezó a rodar, el decorado se vino abajo. Boca no pudo superar a Auckland City, un equipo semiprofesional. River fue superado con claridad por el Inter de Milán. En ambos casos, más allá de resultados, lo que asomó fue la distancia: táctica, física, mental. Ninguna hinchada podía cubrirla. 

Porque sí, el aliento fue ensordecedor, las tribunas fueron un espectáculo en sí mismas, pero el fútbol se juega dentro de la cancha. Y allí, los gritos no impiden goles ni generan sociedades donde no las hay. La gente no juega. Esa verdad incómoda se volvió contundente en cada pase fallado, en cada decisión tardía, en cada sistema que no funcionó. 

No se trata de culpar al público —que hace enormes sacrificios— sino de dejar de usarlo como argumento salvador. Hay una parte del periodismo que se escuda en la épica para no hacer análisis; que reemplaza la crítica por el humo del romanticismo. Pero cuando se impone el relato por sobre el diagnóstico, la caída siempre es más dolorosa

El fútbol argentino tiene historia, talento y una pasión incomparable. Pero también tiene que asumir que, hoy, está lejos del primer nivel. Este Mundial de Clubes fue un espejo implacable: nos mostró que no basta con querer, ni con cantar. Hace falta jugar. Y jugar bien.

Fotos: Web

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