El 1 de septiembre de 1972, Bobby Fischer se consagró en Islandia al derrotar a Boris Spassky y convertirse en el primer estadounidense campeón mundial de ajedrez. Durante veintiuna partidas disputadas en Reikiavik, este enfrentamiento no solo definió la supremacía dentro del tablero, sino que movilizó intereses políticos y mediáticos en el marco de la Guerra Fría. El duelo entre Fischer y Spassky funcionó como vitrina de las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS).
Reikiavik, capital de Islandia, se convirtió en el epicentro del ajedrez mundial en julio y agosto de 1972. Esa pequeña nación del Atlántico Norte, que había adquirido su independencia en 1918, acogió un torneo que acaparó la atención internacional. Bobby Fischer, nacido en Chicago y conocido por su singular personalidad, llegó al certamen con 29 años. Su adversario, Boris Spassky, tenía 35 y una extensa formación dentro de la estructura soviética de ajedrez.
Ambos ya habían mostrado sus dotes desde pequeños: Fischer aprendió a jugar a los seis años con un juego comprado por su madre y Spassky absorbió las reglas a la misma edad en un tren de evacuados durante la Segunda Guerra Mundial. La formación de Spassky estuvo marcada por la disciplina soviética, mientras que Fischer forjó su talento sin guía directa, participando en torneos internacionales y enfrentándose a los mejores desde temprana edad.
La Unión Soviética había impuesto su hegemonía en el ajedrez desde 1948, con una serie de campeones mundiales que cimentaban la idea de superioridad intelectual y estratégica del bloque comunista. La final de Reikiavik ofrecía a Estados Unidos una rara oportunidad de desafiar esa preeminencia en un terreno siempre dominado por la URSS. El contexto político era ineludible: la Guerra Fría atravesaba sus momentos más severos, con la administración de Richard Nixon y su consejero de seguridad (más tarde sería Secretario de Estado) Henry Kissinger desplegando maniobras diplomáticas globales.
El torneo fue presentado ante la opinión pública como una batalla simbólica entre dos modelos ideológicos opuestos. El mismo Kissinger contactó telefónicamente a Fischer antes de la primera partida para animarlo. “El peor jugador de ajedrez del mundo llamando al mejor jugador del mundo. El gobierno de Estados Unidos le desea lo mejor”, le expresó el funcionario.
El comienzo del torneo estuvo marcado por desacuerdos e incidentes. Bobby Fischer no llegó a tiempo para la ceremonia del sorteo y presentó objeciones al monto del premio en efectivo. Ya en Reikiavik, tampoco asistió a otros sorteos sucesivos, reemplazado por su representante William Lombardy, lo que provocó molestias entre los organizadores islandeses. El primer ministro local manifestó que la conducta de Fischer estaba “poniendo a Islandia en contra de Estados Unidos”.
Las exigencias de Fischer incluyeron críticas por la iluminación de la sala, el tipo de piezas, el tablero y la ubicación de las cámaras de televisión. Mientras tanto, Spassky se mostró conciliador y centrado en el juego, aunque reconoció que no le agradaba la presión que provenía desde Moscú por parte del Kremlin y la propia KGB. Desde el otro lado de la “Cortina de Hierro”, también querían ganar la batalla política.
La primera partida resultó derrotada para el aspirante estadounidense por un error considerado inusual en su nivel. Analistas imaginaron luego que se trató de una táctica deliberada". La segunda partida no se disputó: Fischer no se presentó debido a desacuerdos con las cámaras de televisión, lo que concedió el punto a Spassky de forma automática y puso la serie 2-0 en favor del soviético.
Frente al posible abandono del estadounidense, Kissinger volvió a intervenir y lo impulsó a continuar. Fischer solicitó que la tercera partida se jugara a puertas cerradas, sin la presencia de cámaras. Spassky aceptó. Aquella concesión fue interpretada por expertos como la “derrota psicológica” del campeón vigente. El gran maestro soviético que más tarde se radicó en Suiza, Viktor Korchnoi afirmó: “Spassky es un caballero. Los caballeros conquistan a las damas, pero pierden en el ajedrez”.
La tercera partida fue favorable a Fischer. La cuarta terminó en tablas. Siguieron dos victorias más para el estadounidense, quien sumó una serie de resultados positivos que invirtieron la tendencia inicial. Luego de ocho partidas, Fischer lideraba por cinco a tres. El desarrollo del match mantuvo la atención internacional porque cada jugada parecía extenderse más allá del tablero.
El ritmo del certamen se tornó tenso hasta la jornada final. Spassky logró su última victoria en la undécima partida, luego vinieron tablas y Fischer sumó una nueva victoria. Desde ese punto, una secuencia de empates perfiló la resolución del encuentro. El 31 de agosto, el marcador favorecía a Fischer (11 ½ a 8 ½). La última partida, la veintiuno, se suspendió en la jugada 41 con el estadounidense en posición dominante.
El 1 de septiembre, comunicó su abandono de la partida número veintiuno. El árbitro Lothar Schmid hizo el anuncio oficial ante dos mil quinientos espectadores en Reikiavik: “Damas y caballeros, el señor Spassky ha abandonado por teléfono a las 12.50. El señor Fischer ha ganado la partida número 21 y es el vencedor del campeonato mundial de ajedrez”. Había cambiado la historia: Fischer estaba en lo más alto.
Fuente: www.infobae.com
Foto: AP
Video: YouTube