El 28 de junio de 1997 en el MGM Grand Garden Arena de Paradise, en el estado de Nevada, se produjo el episodio II de la pelea entre dos gigantes. Una historia única e inolvidable con Holyfield sancionado por constantes cabezazos a Tyson y este enfurecido fue descalificado en el tercer asalto por morder ambas orejas a Holyfield. El combate se había parado en una ocasión para atender la herida de Holyfield, que además le había restado puntos a Tyson, pero en la reanudación los constantes intentos de Tyson por morder nuevamente la oreja finalizaron la revancha. Entre el anuncio de la decisión de los jueces y el final del combate se generó una pelea con mucha gente involucrada dentro del cuadrilátero. Después del combate, un trozo de oreja de Holyfield fue encontrado en el ring.
Era la revancha de la pelea que se había celebrado siete meses en el mismo escenario en la que el boxeador oriundo de Atlanta, Georgia, le ganó al resiliente campeón del mundo salido de las profundidades de Nueva York. Fue triunfo inapelable por nocaut técnico en el undécimo round.
En las tarjetas, Holyfield le ganaba a Tyson claramente cuando el árbitro detuvo la pelea. Así, Evander se convirtió en el segundo hombre de la historia en ser campeón mundial de los pesados en tres ocasiones. ¿El otro? Nada menos que el mismísimo Muhammad Ali.
Con este apresurado e impreciso resumen se llega a ese día inolvidable, la revancha entre los dos monstruos que paralizó a los fanáticos del deporte. Tyson recibió 30 millones de dólares como bolsa y Holyfield se llevó cinco millones más por el combate que llevó el pretencioso slogan ‘El sonido y la furia’, citando la novela de William Faulkner. Para entender la expectativa: casi dos millones de personas pagaron en Estados Unidos para ver la pelea por el sistema pay per view, un récord para la época -solo superado por la contienda De la Hoya-Mayweather de 2007-.
Holyfield-Tyson II quedó en la historia por una palabra que no se escribió hasta ahora. Oreja. La oreja de Holyfield. En realidad, el pedazo de oreja de Holyfield que Tyson mutiló con una mordida. Fue después de que The Real Deal boxeara al límite del reglamento y sacara de sus cabales a un Tyson que en el tercer round se dejó llevar por ese diablito que tenemos todos sobre nuestros hombros.
Cansado de los juegos mentales (y los cabezazos) de Holyfield, Tyson, cortado, salió a hacer justicia por mordida propia. Encontró la oreja derecha de su retador. Y con sus paletas filosas y los incisivos ídem le arrancó una parte. Acto seguido, escupió el pedazo de cartílago inferior que le había quedado atrapado entre sus dientes como si fuera el más duro de los asados duros. Y la historia se hizo aún más historia.
El árbitro Milles Lane, una vez que terminó ese fatídico tercer round, descalificó a Iron Mike. Ese sería el principio de su fin. Debió pagarle Holyfield tres millones de dólares por la sangre derramada.
Tyson nunca más volvió a ser Tyson.
Y Holyfield, desde entonces, tiene dos centímetros menos de humanidad.
Fuente: www.clarin.com
Foto: AP
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