El 5 de octubre de 1974, Carlos Monzón derrotaba al australiano Tony Mondine por KO en el 7 round en combate realizado en el Luna Park de la ciudad de Buenos Aires. Fue la 10ª defensa de las 14 que realizó durante su reinado en los medianos y la 3ª y última que haría en la Argentina.
‘Escopeta’ expondría el cetro AMB de las 160 libras ante el australiano Anthony (Tony) William Mundine, que se programó para el sábado 5 de octubre. Por entonces, ni siquiera Monzón sabía que, el choque ante el oriundo de Baryulgil, una localidad rural al noreste de Nueva Gales del Sur (donde había nacido el 10 de junio de 1951) en el Luna Park, sería la última pelea de su incomparable trayectoria que realizaría en nuestro país.
Mundine, de humildísimo origen (como Monzón) y de raíces aborígenes, era profesional desde el 5 de marzo de 1969 y había sido campeón australiano mediano (el 23 de abril de 1970, le GKO 4 a Billy Choules en Sidney), y ¡pesado! (el 25 de febrero de 1972, le GKOT 11 a Foster Bibron en Queensland).
También había reinado como campeón mediano de la Commonwealth (Imperio Británico), corona que se ciñó el 14 de abril de 1972 al GKO 15 al jamaiquino-británico Basil Sylvester (Bunny) Sterling en Brisbane, y que retuvo cuatro veces.
Asimismo, Mundine –diestro y de 1,80 metro– había derrotado a un ex rival de Monzón, en la que siempre destacaría como la ‘mejor victoria’ de su carrera: el 19 de septiembre de 1973, en el Palacio de los Deportes de Versalles, París, le GPP 12 (unánime) a Emile Griffith, ex campeón welter y mediano, y a quien ‘Escopeta’ derrotó en 1971 y 1973, en Buenos Aires y Montecarlo, respectivamente, en ambos casos, con las coronas del santafesino en juego.
Los instantes previos al choque Monzón-Mundine tuvo varios picos emotivos. La bandera australiana fue portada por el mendocino Pascual Pérez –un auténtico grande de todos los tiempos–, el primer campeón mundial de la historia de nuestro país, quien se había coronado monarca mosca único el 26 de noviembre de 1954, cuando le GPP 15 (unánime) al local Yoshio Shirai en el Korakuen Hall de Tokio, Japón, el día en que Monzón, con solo 12 años, más diarios vendió, tal como siempre recordaría.
Por su parte, la panameña (por la nacionalidad del árbitro, Isaac Herrera), estuvo en manos del capitalino Horacio Enrique Accavallo, el segundo monarca mundial nacido en nuestro país, que se coronó rey mosca AMB el 1 de marzo de 1966 –en el mismo escenario que Pascualito– al GPP 15 (dividido) al japonés Katsuyoshi Takayama y, a la argentina, la portó el tercer campeón criollo: el mendocino Nicolino Locche, quien también se había alzado con el título –en su caso, el welter junior AMB– en Tokio ante el hawaiano Paul Takeshi Fujii, a quien le GKOT 10 el 12 de diciembre de 1968 en una verdadera exhibición de boxeo.
El pasado y la actualidad se cruzaron en un segundo: los tres primeros reyes argentinos dieron el presente en una nueva defensa del cuarto monarca mundial nacido en estas pampas –y el primero que ganó el título en Europa– y, por esas raras piruetas del destino, el locutor Norberto Fiorentino anunció el ingreso al ring de quien, poco después, se convertiría en el quinto campeón y el primero que se alzaría con una corona en el Luna Park: el bonaerense Víctor Emilio Galíndez.
Cuando finalizaron los acordes de nuestra canción patria, Carlos (quien pesó 72,565 kilos y, tras casi ocho meses, volvía a combatir), besó la bandera nacional. En su rincón estuvieron Brusa, el profesor Patricio Russo (su preparador físico), y uno de sus sparrings y grandes amigos, el también santafesino Daniel Aldo González.
La actuación de ‘Escopeta’ fue, otra vez, merecedora de los más altos elogios. Desde el final del 3º round, cuando conectó un muy duro cross de derecha en la cabeza de su retador –quien recibió el golpe en la sien izquierda, finalizó el asalto muy sentido y tambaleante y fue salvado por la campana–, Carlos mandó en el trámite del combate hasta el final.
Con su estilo marca registrada, mundialmente reconocido, el campeón fue demoliendo progresivamente al púgil australiano, el que cada vez más sufría los envíos –especialmente el recto de derecha del sanjavierino– hasta que, superado física, anímica y boxísticamente, fue aplastado por Monzón.
El rey mediano no se apartó ni un milímetro del plan de pelea elaborado por Amílcar Brusa. Al término del 6º capítulo –que fue una paliza–, solo restaba saber cuándo el monarca terminaría con su tarea ante un Mundine que evidenciaba estar vacío y sin respuestas para revertir una historia que ya tenía su final anunciado.
En el round siguiente –que sería el de la definición–, Escopeta siguió destruyendo al visitante y, tras un inolvidable directo de derecha, seguido por un cross de izquierda, envió a la lona a su retador. Al 1’22” de ese 7º round, Isaac Herrera llegó con su cuenta a 10 y, así, Monzón había escrito otra página de gloria en la historia del boxeo nacional y mundial.
Con una larga inactividad a cuestas, porque se había dedicado por completo a otros menesteres (debutó en el cine y prácticamente se había olvidado del boxeo), el santafesino dejó a Mundine como si lo hubiera atropellado un tren expreso.
Por eso, las más de 20.000 personas que abarrotaron el Luna Park y dejaron 2.026.950 pesos de la época de recaudación, se rompieron las manos aplaudiendo el modo en que Carlos realizó su 10ª defensa exitosa.
Fuente y fotos: www.airesdesantafe.com.ar
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