El 28 de mayo de 1997 falleció Ubaldo Néstor ‘Uby’ Sacco, un boxeador de técnica exquisita. Los excesos de su vida privada –alcohol y drogas– lo bajaron del ring antes de tiempo. El cuerpo le pasó factura y murió a los 41 años.
El Gráfico hizo una encuesta entre boxeadores y periodistas del ambiente sobre quién fue el mejor boxeador del país, Sacco resultó de los más mencionados. Su amigo, el periodista Walter Nelson, ratifica aquella elección. “Sacco era un boxeador para cualquier época. Tenía la pegada justa. Un privilegiado físicamente. Si no hubiese sido por sus adicciones, hubiese llegado más lejos. Sin dudas. Tenía un talento natural para los deportes. Practicaba varios: natación, fútbol, vóley. Todos los hacía bien. Incluso jugaba al fútbol en Alvarado”, recordó.
El periodista Ernesto Cherquis Bialo en un documental muy bueno sobre Sacco que se puede ver en la web (se encuentra como ‘Programa informe sobre la vida de Uby Sacco’), realizado por los periodistas Pablo Blesa, Germán Lagrasta, Juan Pablo Porterie, Federico Vazza y Juan José Yañez. Cherquis dijo que “el día que menos cerveza tomó fue litro y medio”. En ese trabajo también habla Víctor Hugo Morales, quien define a Sacco como “el boxeador más completo” que vio. Cherquis va en la misma línea: “El más talentoso”, opinó.
Nacido en una familia de clase media, con estudios secundarios casi completos, Sacco era distinto para el común del boxeo. Walter Nelson cree que lo que marcó negativamente su carrera fue “la junta de Mar del Plata”. Sus adicciones fueron tema recurrente. Solía protagonizar incidentes callejeros. La ciudad que tan bien lo recibió cuando ganó el título mundial lo fue dejando de lado a medida que se hundía en su propio infierno. En septiembre del 95 fue detenido por tenencia de cocaína. No era la primera vez. Ante cada regreso a la libertad prometía entrenar y cambiar de vida. Pero era en vano.
Sacco protagonizó grandes peleas ante Hugo Luero, Lorenzo García, Roberto Alfaro (lo venció dos veces: la primera para ser campeón argentino y la segunda, sudamericano) y Hugo Pajarito Hernández. También le ganó a otro grande: Horacio Saldaño, La pantera tucumana: en octubre de 1983, sobre el ring, decretó su retiro. Como profesional peleó 52 veces, con 47 victorias (23 por KO), cuatro derrotas y un empate.
A sus casi 30 años, Ubaldo Néstor –Uby– Sacco tuvo su noche de gloria el 21 de julio de 1985, cuando en una gran pelea por el título mundial welter junior AMB le ganó al norteamericano Gene Hatcher. Fue en el famoso casino Campione D’Italia. Era la revancha de la disputada el 15 de diciembre del 84, cuando en Forth Worth, Texas, Hatcher fue declarado vencedor en fallo dividido. “A Uby le robaron la pelea”, se decía sobre esa primera vez. Pero en el segundo combate no hubo dudas. Tres derechazos y un zurdazo dejaron casi sin posibilidades a su rival. El médico italiano Mario Sturla limpiaba la sangre en el rostro de Hatcher y recomendaba que se parase la pelea. El árbitro mexicano Ernesto Magaña hizo seguir. Desde entonces, Sacco fue una máquina que obligó a la detención por nocaut técnico en el noveno round. El argentino se arrodilló, cerró los ojos y sintió que alcanzaba la gloria deportiva.
Para muchos fue el boxeador más técnico que tuvo nuestro país. Pero los excesos opacaron su carrera. Siete meses después de aquella noche gloriosa –el 15 de marzo de 1986, en Montecarlo– defendería el título ante el italiano Patrizio Oliva. Llegó sin preparación y perdió sin atenuantes. Su vida siguió barranca abajo. No volvió a pelear. Amagó con la vuelta pero fue solo eso: un amague. Siguieron los disturbios en la vía pública, las drogas, las detenciones, la cárcel de Batán, la libertad y la muerte, el 28 de mayo de 1997, en el Hospital de Agudos de Mar del Plata, ciudad en la que vivía desde pequeño. Tenía 41 años (Buenos Aires, 28 de julio de 1955). Padecía un tumor en las fosas nasales y una meningitis. Las crónicas refieren, además, HIV.
En su necrológica de las horas siguientes a su fallecimiento, Osvaldo Príncipi escribió: “El campeón de la sonrisa grata que conocimos hace 20 años se fue dejando morir. Sus ilusiones de los últimos meses eran algo similar a un castigo autoimpuesto. ‘Aunque sea quiero un trabajo por 600 pesos para que mi hijo se eduque como el mejor’, decía. Nunca hubo respuestas”.
Fuente y foto: www.elgrafico.com.ar
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