
El 12 de noviembre de 1963, fallecía José María Gatica en el Hospital Rawson de la ciudad de Buenos Aires, tras el accidente, dos días antes a la salida de la cancha de Independiente. El ídolo del pueblo daba paso al mito.
Luego de dos días de agonía, se confirmó el fallecimiento de un hombre que había sido atropellado el domingo por la noche en Avellaneda, a la salida del estadio de Independiente. El hecho, ocurrido el 10 de noviembre, generó conmoción entre testigos y vecinos, pero la noticia se volvió definitiva el 12: el hombre murió en el Hospital Rawson, donde permanecía internado en estado crítico.
Según fuentes policiales, el hombre —de unos 38 años— intentaba subir a un colectivo de la línea 295 cuando tropezó y cayó bajo las ruedas del vehículo. El conductor no logró frenar a tiempo. El impacto fue severo. Personal médico lo trasladó de urgencia al Hospital Rawson, donde ingresó con múltiples traumatismos y pérdida de conocimiento.
Dos días de lucha
Durante las últimas 48 horas, el paciente permaneció en terapia intensiva. Su estado era reservado, pero los médicos informaban que las lesiones eran incompatibles con la vida. Familiares y allegados se acercaron al hospital, aunque pocos lo reconocían: su figura había cambiado mucho desde sus años de gloria.
El desenlace
A las 17:40 del martes, los profesionales confirmaron su fallecimiento. La noticia se propagó rápidamente, primero entre los pasillos del hospital, luego en los medios. No era un desconocido. Había sido ídolo, había llenado estadios, había sido símbolo de una época. Pero su final fue silencioso, lejos del ring, lejos del aplauso.
Un 12 de noviembre, se cierra una historia marcada por el brillo, la caída y una muerte que, aunque accidental, parece escrita por el destino. Y así, en una sala de hospital, se apagó la vida de José María Gatica. Pero con su muerte, nació algo más poderoso que la fama: el mito. El hombre que alguna vez desafió al mundo con los puños, hoy se instala para siempre en la memoria popular, donde el olvido no tiene lugar y la leyenda se vuelve eterna.
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