
El 5 de noviembre de 1994, el ciclista suizo Tony Rominger escribió una página dorada en la historia del deporte al establecer un nuevo récord de la hora: recorrió 55,291 kilómetros en 60 minutos, superando su propia marca anterior y llevando al límite una de las pruebas más exigentes del ciclismo. Su registro fue tan impresionante que tardó más de dos décadas en ser batido: recién en 2015, el británico Bradley Wiggins logró superarlo bajo nuevas reglas y con tecnología más avanzada.
El ‘récord de la hora’ es uno de los desafíos más duros y prestigiosos del ciclismo. Consiste en pedalear la mayor distancia posible durante exactamente 60 minutos, en una pista cerrada y sin ayuda externa. No hay rivales, no hay viento a favor: solo el ciclista, su bicicleta y el cronómetro.
En 1994, el ciclismo vivía una época de innovación y desafíos. El suizo Tony Rominger ya era uno de los ciclistas más laureados del pelotón internacional. Había conquistado tres ediciones consecutivas de la Vuelta a España (1992, 1993 y 1994), demostrando su dominio tanto en la montaña como en las contrarreloj. También había ganado prestigiosas carreras por etapas como París-Niza, la Vuelta al País Vasco, el Tour de Romandía y la Tirreno-Adriático, además de imponerse en clásicas como el Giro de Lombardía en 1989 y 1992. En el Tour de Francia, logró victorias de etapa y se coronó como rey de la montaña en 1993. Su versatilidad y capacidad para rendir en todo tipo de terrenos lo posicionaban como uno de los grandes referentes del ciclismo mundial, y su intento por batir el récord de la hora era el siguiente paso lógico en una carrera marcada por la ambición y el éxito.
Rominger no solo aceptó el reto, sino que lo llevó al límite. El 22 de octubre de 1994, rompió el récord vigente de Graeme Obree, marcando 53,832 km. Pero no se conformó. Apenas dos semanas después, el 5 de noviembre, volvió al velódromo de Burdeos y superó su propia marca: 55,291 km en una hora. Fue una actuación descomunal, que combinó potencia, estrategia y tecnología de punta. El mundo del ciclismo quedó asombrado: nadie había ido tan lejos, tan rápido, en tan poco tiempo.
Tony Rominger batió el récord de la hora en el velódromo de Burdeos, Francia. Lo hizo como corredor del equipo Mapei-Clas, utilizando una bicicleta especialmente diseñada por el ingeniero suizo Ernst Kaufmann.
El récord de Rominger se mantuvo imbatible durante años. Su hazaña se convirtió en referencia, y muchos intentaron alcanzarla sin éxito. No fue sino hasta 21 años después, en 2015, que el británico Bradley Wiggins logró superarla, aunque por entonces las reglas habían cambiado y se usaban bicicletas más avanzadas. Aun así, el legado de Rominger permanece: su récord marcó el inicio de una nueva era en el ciclismo de pista.
Foto: www.trackpiste.com
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