El 15 de octubre de 1956 falleció Jules Rimet, el dirigente francés que imaginó un torneo capaz de unir geografías, culturas y generaciones. Fundador de la Copa Mundial de Fútbol, su legado trasciende el trofeo que llevó su nombre: es la memoria viva de un deporte que aprendió a narrar identidades colectivas. Su visión sigue latiendo en cada cancha, cada bandera y cada relato que el fútbol resignifica como lenguaje universal.
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